Olimpiadas México 1968
El estudio del
diseño asociado con los juegos olímpicos modernos ofrece una gran oportunidad para interpretar las características de construcción de los símbolos culturales del mundo contemporáneo.
Más allá de las significativas transformaciones sociales que se manifestaron en los Juegos y muy especialmente de las fuertes tensiones políticas que en su momento ensombrecieron dramáticamente su apertura, México 68 merece un lugar importante en la historia del diseño contemporáneo, por su vasto, original y eficiente programa de información y difusión.
Los múltiples quehaceres fueron coordinados a través del Programa de Identidad del Comité Olímpico Mexicano, dirigidos por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, Presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, México 1968. De acuerdo con las memorias oficiales del evento, el organigrama establecido fue el siguiente: diseño urbano, a cargo del arquitecto mexicano Eduardo Terrazas; diseño gráfico, con el diseñador gráfico estadounidense Lance Wyman; proyectos especiales, con el diseñador industrial inglés Peter Murdoch; y publicaciones, con la editora originaria de Letonia, Beatrice Trueblood. Participaron también, otras personalidades como los mexicanos Alfonso Soto Soria, museógrafo, Abel Quezada, caricaturista, y Jesús Virchez Alanís, arquitecto y diseñador.
Además del equipo de profesionales y estudiantes, cabe destacar la participación de un grupo de artesanos huicholes.
Desde el renacimiento de los Juegos Olímpicos en Atenas, en 1896 se estableció que para consolidar el espíritu pacifista de los encuentros deportivos internacionales, los comités olímpicos de los países anfitriones debían desarrollar programas visuales apoyados por artistas y diseñadores. Sin embargo, hasta ese momento todavía no había existido una planificación integradora en el campo del diseño, sino una combinación de carteles y productos relativamente independientes entre sí.
Por el contrario, cuando en 1963 México fue electo como país sede, el COM decidió desarrollar un concienzudo programa de comunicación. Desde la planeación de la ceremonia de recepción del fuego olímpico en Teotihuacan, se manifestó el orgullo e interés por exaltar la cultura nacional.
Los grandes protagonistas del diseño del 68 coincidieron en su reconocimiento explícito sobre la importancia extraordinaria ofrecida por los Juegos para reposiciones a México en el contexto internacional.
Para asegurar la eficiencia comunicativa del Programa de identidad, los diseñadores a cargo no se conformaron con el diseño del logotipo y del cartel principal del evento, sino que se abocaron a la creación de un sistema completo de comunicación encargado de difundir los Juegos Olímpicos desde mucho tiempo antes de su inauguración.